Princesa,
Esta noche he dormido muchísimo mejor, y ¿sabes? Me he dormido escuchando tu audio, escuchando tu hermosa voz. Nuestra conversación.
Gracias a ti, todas las mañanas me despierto con una sonrisa, de esas que sólo tú, por muy raro que parezca, me pintas. De esas sonrisas de verdad. Imborrables. De esas que en los malos momentos uno no es capaz de sacar. Sí, eres así de enorme y de mágica y me gustaría aprender de ti, la verdad. De cada mínimo detalle tuyo. De tus palabras. De tu todo.
Que me dejas con la boca abierta y con las lágrimas en los ojos.
Me has envuelto en un sueño hermoso que no quiero que acabe nunca. No quiero que acabe ni con un final feliz, ni dramático, ni esperado. Jamás.
Niña de mis ojos, te quiero dar las gracias por todo. Por estar ahí en las buenas, en las malas y en las peores, sin pedirme nada a cambio. Quiero que esto quede demostrado con un por y para siempre. Infinito. Ocho tumbado. Como quieras llamarlo, pero de verdad y de corazón.
Recordaremos siempre que la distancia no hace el olvido y es una gran verdad. Porque, ¿la distancia? A mí la distancia me importa una mierda si sé que detrás de todos esos kilómetros que nos separan, me esperas tú.
Y la gran pregunta, ¿por qué te adoro tanto? Pues no lo sé, quizás no tenga respuesta. Quizás sea como una ecuación de segundo grado sin solución en la que tendrás que aprenderte la fórmula y admitir que te adoro más. Recuerda que juntos, agarrados de la mano, siempre, iremos en busca del puto y jodido infinito, pero perfecto. Te lo aseguro.
Es que además tengo un tic, un puto tic, sí, es ver tu nombre o que me hablen de ti e inmediatamente que se me escape una sonrisa de esas. Una sonrisilla nerviosa.
Te quiero.
Na.
Lo más lejos... A tu lado.
Serán unos buenos días de verdad cuando me despierte a tu lado y escuchando esto. O al menos, escuchando tu risa acariciando mi cuello.
Na.
Lo más lejos... A tu lado.