Lo tenías todo, todo lo necesario para levantarte cada mañana con unas ganas locas de comerte el mundo. Ahora es el mundo el que te come a ti, a bocados enormes.
No hace falta que me digas lo asqueroso, horrible e incluso odioso que es verlo ahí, en el mismo lugar de siempre, sin poder decirle que le quieres, de no poder preguntarle qué tal está y cómo ha ido el entrenamiento tan largo de esa tarde, de decirle que no se hunda porque tú vas a estar ahí por él... Porque el muy cabrón, sabe que si te dice: "Ven", tú vas y lo dejas todo. Ni te lo piensas.
Porque nadie se levanta queriendo a alguien y deja de quererlo a los 20 minutos.
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