miércoles, 17 de julio de 2013

Añoro aquellos tiempos, los buenos tiempos.

Aún recuerdo cuando era pequeña y creía en los cuentos de hadas... Sí, fantaseaba sobre cómo sería mi vida, ¿vale? Como tú, sí, como tú y como cualquiera. Fantaseaba con un vestido blanco y mi príncipe azul llevándome a su castillo sobre las colinas.
Por la noche, me tiraba en la cama, cerraba los ojos y me abandonaba a mi fe. Que si Papá Noel, el Ratoncito Pérez... El príncipe azul estaba tan cerca, que lo saboreaba.
Pero como todo sigue su curso, fui creciendo. Las cosas digamos que fueron cambiando y con ellas, muchas de mis prioridades.
Llega ese día en el que abres los ojos y joder, perdonando la palabreja... ¿Dónde están los cuentos de hadas? Han volado. Se han esfumado, más rápido que el humo de un cigarro que se desvanece en apenas un minuto. Ni rastro.
Es verdad que aún queda un pequeño número de personas que acuden a los sueños de vez en cuando, no voy a negar que yo también. Pero ya se sabe, se acercan tiempos muy difíciles para los soñadores como yo.
No llegaba con que los sueños y fantasías se fueran a la mierda y cambiaran, que para más... Cosas que creías que serían algo así como "fijas", también cambian.
¿A qué me refiero? Me refiero a que los chupetes ahora, ya se convierten en cigarros, el agua en vodka, las bicicletas en coches, los besos en sexo. Yo no me hago a la idea, no sé, tal vez sea una jodida infantil.
Pero ahora dime, ¿te acuerdas cuando volar significaba columpiarse muy alto, cuando "protección" significaba utilizar casco al ir en la bicicleta o cuando lo peor que podías recibir de una persona eran piojos?
El caballito de nuestro padre era el lugar más alto del mundo y nuestra madre, toda una heroína. Para vosotros, los que tenéis hermanos, ellos se convertían en vuestro peor enemigo y para los que no tenemos, era nuestra sombra la que se encargaba de ello.
¿Te acuerdas? Los problemas de velocidad eran causados por ver quién corría más rápido. La única droga existente, era el remedio para la tos, por eso siempre exagerábamos los ataques para que nos dejasen saborear aquel manjar. ¿Dolor? El dolor más fuerte que podíamos sentir era el de nuestras rodillas raspadas por una caída del columpio o por tantas caídas después de darle chutes a un balón. "Adiós" era simplemente un hasta mañana.
Aún recuerdo todo eso y muchas cosas más.

Todo era mucho mejor, pero somos rebeldes y claro, no pudimos esperar a crecer.


 
Na.
Lo más lejos... A tu lado.

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